Una de las características principales para darnos cuenta si la cristalería de nuestra cerveza está correctamente limpia es la inspección visual. Prestando especial atención al exterior del vaso, a la espuma de la cerveza y su capacidad de retención y a la posible adherencia de las burbujas de dióxido de carbono en el vaso.
El rastro de espuma que la cerveza va dejando adherida a la cristalería, recuerda al trabajo maestro de las encajeras belgas y es un indicador de calidad y cuidado con el que se ha elaborado la cerveza, así como la limpieza del mismo recipiente en el que se sirve. Por eso los catadores consideran un parámetro de calidad la adherencia de la espuma a la cristalería y la denominan “encaje belga” o “encaje de bruselas”.
Además de una cerveza que no es de buena calidad, algunos motivos que harán que la espuma no sea abundante o carezca de buena retención en el vaso son:
- Residuos de detergente en el vaso, harán que la espuma de la cerveza se «planche» y nuestra cerveza una vez servida ya no tenga más espuma.
- Algunos químicos presentes en los lápiz labiales,
- Grasa de comida que queda en la boca al comer
- Además si el vaso no está bien enjuagado o sucio, con restos de grasa, se pegarán las burbujas en el vidrio, con lo cual habrá que darle un «golpecito» a nuestro vaso sobre una superficie rígida para hacer que se «despeguen».