«Corrían los años 90, momentos donde el barrio era el patio de juegos de cualquier joven, ahí reinaban los partidos de fútbol y una variedad de edades que le daban a uno el poder de sentirse el rey. Pero hubo una vez donde la cosa no fue nada divertida, una pelea de barrio hizo que mis amigos y yo apresuráramos el tranco y dejáramos nuestro territorio, ya que del otro lado se encontraba este muchacho cadena en mano, transmitía con su movimiento circular la certeza de un dolor garantizado dichosos de un metalero experto, y sus gritos de gladiador nos dejaba bien en claro la intención de acariciar nuestros cuerpos con su arma. El miedo reinó por momentos, pero por suerte “perro que ladra no muerde” y nuestro contrincante no nos atormentó más.
Pueden pasar los años, pero existen historias que uno las recuerda como si hubiesen sido ayer. Un día común como cualquier otro en la fábrica, me encuentro entrevistando a un hombre, su cara era inolvidable, esa expresión que tanto miedo me dió se instauró tanto en mi retina que no tardé ni 10 segundos en reconocerlo, y 2 minutos más en recordar con risas la anécdota que habíamos compartido, aunque después de algunos detalles él negara sus dotes con la cadena y acusara a otro de tal acto ( era él, esas cosas no se olvidan). Hoy en día esta relación creció convirtiéndolo en un eslabón súper importante.
Hace un tiempo creamos una cerveza la cual nos encantó pero no lográbamos darle un nombre que le “hiciera justicia”, hasta que nuestro amigo en cuestión, nos propuso el de “Gladstone” (el perro de Sherlock Holmes). Conceptualmente nos encantó, pero había algo que me gustaba aún más, y era la similitud que sin darse cuenta, presentaba con el sabueso… Con sus facciones rudas, es un perro que ladra y se impone, que levanta la pata y también la mete, pero lo más importante es que él fue, es y será un compañero fiel que nunca dudó en ofrecer su amistad…
Hoy te saludo Marcelo amigo, y te agradezco por nombrar la Gladstone Stout. ¡Una cerveza única, como vos!
¡Salud!»